Durante el día se dirigen a las flores de los parques o de las plantas del bosque, mientras que al atardecer se dan una vuelta por las casas que tienen libaderos con néctar artificial para una ración extra de energía. Para ello en la casa hay colocados varios libaderos en los balcones y en el parque.
Ya contento con volver a verlos y fotografiarlos de cerca nos trasladamos hasta una habitación con el alimento pendiente de una ramita seca clavada en la tierra de una maceta que Susy colocó en la ventana que da a una calle. Ya comenzaba a atardecer y había escasa luz, por lo que usé flash en todo momento, buscando de utilizar como fondo algunas paredes y árboles al otro lado de la calle o directamente el cielo, mucho más claro.
Las aves parecían desconocerme y al verme a mi se ponían muy nerviosas, llegó a haber en algún momento unos 5 ejemplares, al menos 3 eran machos. Todos se acercaban y se iban velozmente por su desconfianza hacia mi, sumando a esto la complicada tarea de tomar una foto enfocada usando el teleobjetivo de 300 mm a escasos metros y para empeorarla las aves cada vez que tomaba las fotos salían espantadas, incluso cuando estaban posadas en la ramita. Con Susy debatimos si era el flash o el ruido del obturador, hasta que tomé unas fotos sin flash y llegamos a la conclusión que los destellos era lo que los asustaban. Lo más notable es que con Susy los picaflores sentían confianza y logró que uno de ellos se posara en su mano para beber el néctar.
Finalmente toleraron un poquito más los destellos de luz y las fotos salieron un poco mejor, incluso apareció una hembra muy mansa que se dejó fotografiar perfectamente en su posadero sin alterarse en lo más mínimo.
Agradezco profundamente la cordialidad de Guille y Susy, que gentilmente todos los años me permiten visitar su hogar y tomar fotos de sus plumíferos vecinos.
Macho |
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