En febrero de este año tuve la revancha y por suerte me fue mucho mejor. Fotografiando patos y otras acuáticas a orillas del lago Lácar, en una costa despejada y pedregosa vi hacia mi izquierda, al sur, una remolinera también a orillas del agua pero en un sector arbolado, en el límite con la sección despejada, así que me fui desplazando con cautela hacia ese sector y me senté en unas rocas. Desde allí reproduje dos o tres veces la vocalización de la especie y apareció un casal de remolinera araucana.
Con paciencia las comencé a observar como obtenían su alimento en la playa rocosa, atrapando pequeños insectos e incluso algunos grandes, aprovechando los acercamientos que en ocasiones hacían aunque de todos modos esto no pasaba de menos 4 metros, siempre fueron conscientes de mi presencia y cada uno de sus desplazamientos tenían en cuenta la distancia hacia mi.
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